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Nepal y la batalla por las libertades digitales

  • Foto del escritor: Aicodi
    Aicodi
  • 9 sept
  • 2 Min. de lectura
Ricardo Chong | Estratega Político Digital | @ricardochongmex
Ricardo Chong | Estratega Político Digital | @ricardochongmex

Por Ricardo Chong Ruiz

Lo que está pasando en Nepal es un espejo incómodo para todos los que trabajamos en comunicación política digital. Un gobierno que decide apagar las redes sociales para “controlar” la conversación, termina encendiendo la chispa de una protesta generacional que ya dejó muertos, heridos y un sistema político tambaleando.


La medida parecía técnica: bloquear plataformas no registradas. En la práctica fue percibida como censura. Y cuando a la generación Z –nativa digital, hiperconectada y harta de la corrupción– le quitas el espacio donde opina, organiza y protesta, el resultado no es silencio, sino furia. Las calles de Katmandú son el recordatorio más crudo de que la política digital no es un accesorio, es el nuevo terreno de disputa del poder.


Lo más grave no es solo el bloqueo, sino la respuesta: represión, disparos contra manifestantes y un saldo que ya ronda las dos decenas de vidas perdidas. El costo político es altísimo: renuncias de ministros, el primer ministro contra la pared y una sociedad que ya no confía en sus instituciones. Y ojo, esto no es un fenómeno aislado. Desde América Latina hasta Asia, los gobiernos están tentados a controlar lo incontrolable: la conversación digital.


¿La lección? La censura digital no contiene la crisis, la multiplica. En un mundo donde la legitimidad política se construye en pantallas y hashtags tanto como en las urnas, ningún gobierno puede sostenerse a golpes y apagones. El poder hoy se ejerce con escucha, transparencia y diálogo, no con decretos que pretenden apagar el ruido.


Nepal es un caso extremo, pero también una advertencia: si la política no entiende que las redes son parte del ecosistema democrático, veremos más crisis como esta. La libertad digital no es un capricho juvenil ni una moda tecnológica. Es el derecho a existir políticamente en el siglo XXI. Y si un Estado lo desconoce, se arriesga a perder no solo legitimidad, sino la paz social.


El mensaje está claro: los gobiernos que quieran sobrevivir a la era del algoritmo tienen que aprender a gobernar con la ciudadanía digital, no contra ella. Nepal lo está aprendiendo del modo más doloroso.


 
 
 

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